sábado, 8 de junio de 2019
Simbología
domingo, 2 de junio de 2019
24 Pulgadas
El tiempo, un bien tan preciado para todos en estos días, un recurso si así pudiésemos llamarlo, sutil como una brisa y tormentoso cual vendaval, todos lo buscamos como la abeja a la flor, y aun así no lo podemos tocar, ni ver, pasa por nosotros cual ilusión, percatándonos solo de las señales que deja a su paso.
Soñamos toda la vida con tener mas tiempo para nosotros y sin embargo trabajamos duro desde la juventud para poder tener mas tiempo en la vejez , que cruel paradoja, ¿no lo crees? Perdemos todas las posibilidades (tiempo, salud ...) por dinero, para una vez jubilados comprar la salud y ese mismo tiempo que cedimos a cambio del mismo dinero, de nuevo que estúpida paradoja, o será que el ser humano no entiende del tiempo ni de los recursos si no les da un valor perceptible, pero que es diferente para cada uno.
Usamos toda clase de útiles para medir el tiempo, pero hoy hablaremos de uno en particular, la regla de 24 pulgadas.
Que para ojos profanos sería un mero instrumento para medir la distancia entre dos puntos, pero que para ojos iniciados, tiene un significado muy diferente: Una regla capad de separar el tiempo de los hombres según los preceptos.
• 8 horas de trabajo
• 8 horas de esparcimiento, estudio y ocio.
• 8 horas de descanso.
O bien podríamos usarla para medición de la moralidad , que es el mal, que es el bien, una cuestión que puede quedar en el consciente del individuo o en el inconsciente de la sociedad, o a la propia libertad de las acciones buenas o malas que se manifestaran según quien.
Solo soy un mero aprendiz y lo seguiré siendo toda mi vida, pero creo que hemos roto nuestra regla de 24 pulgadas para adaptarla a una sociedad hipócrita que no ve mas allá de unos ojos hartos de mirar sin ver, de personas que se jactan de enseñar sin haber aprendido, lo queremos todo, incluso el poder sobre el mismo tiempo, pero lo deseamos al momento, perdiendo así la esencia de la paciencia, todo llega en su debido momento.
Al fin y al cabo el tiempo es historia y la historia es el tiempo que avanza como una rueda, que nos recuerda que el pasado es un memoria, que el futuro es un misterio y que el ahora es un regalo, por eso se le llama presente, así que no pierdas la vida buscando solo en la materia, o solo buscando en el espíritu o en la mente, todo es necesario, los tres son uno y lo uno son tres, que moldearán tu vida en una experiencia y un tiempo que abrirá ante ti una vida que sin duda merece ser vivida.
Jonathan, A.·.M.·.
sábado, 1 de junio de 2019
Mazo y Cincel
El mazo se asocia con la fuerza bruta de carácter físico. Una confusión -fácil de producirse- para cualquier persona que no persigue interiorizar un concepto de la fuerza como sinónimo de desarrollo. Pero... ¿qué es el desarrollo sin una dirección clara? ¿De qué sirve desarrollarse sin un control claro de que queremos alcanzar con ese desarrollo?. Muchas veces escuchamos a algunos economistas hablar de crecer ad infinitum pero no acaba de quedar demasiado claro cual es el fin último de ese crecimiento y aún menos con que medios conseguiremos ese crecimiento o desarrollo.
Llegados aquí es cuando aparece en escena el Cincel, que simboliza la voluntad. El Cincel y el Mazo, la fuerza y la voluntad, no son elementos sustitutivos, son elementos complementarios. El uno sin el otro hace carecer a ambos sin sentido de forma individual.
La fuerza sin control ha demostrado ser una herramienta peligrosa o incluso inútil. De este modo, el cincel, se convierte en uno de los elementos más importantes del taller. Permite que los golpes del martillo tengan un objetivo claro y hacer que esta fuerza se ejerza en la dirección y en el sentido correcto. Así pues, el Cincel ennoblecería los fines del mazo.
Es por ello que debemos establecer un binomio entre fuerza-voluntad. La fuerza permite desarrollar lo que nos propongamos y la voluntad. permite darle forma. Podríamos hablar entonces de fuerza de voluntad. Dentro del simbolismo, el cincel permite dirigir de forma certera los golpes del mazo para desbastar la piedra bruta y convertirla en un sillar que encaje en el muro que forma la sociedad.
Este binomio, la fuerza de voluntad, es el que nos ha llevado hasta aquí. Intentar ser mejores personas con los recursos endógenos de los que disponemos. Demostrar una voluntad para ser mejores.
Pero no solo ser mejores para nosotros mismos. Sino que se trata de ser mejores para crear un mundo mejor para todos. Un mundo en el que ese edificio social que trata de construir la masonería especulativa refuerce la fraternidad entre las personas sin recabar en su credo religioso, origen racial, preferencias sexuales o cualquier otra circunstancia personal. Como he dicho, buscar que cada sillar encaje en la obra.
El edificio social sobre el que vivimos no se construye individualmente, necesita de la colaboración desinteresada de mucha gente. Somos una comunidad que, con todas nuestras bonitas diferencias, nos necesitamos y nuestra historia ha demostrado que los individualismos solo han conducido a situaciones de máxima deconstrucción del proyecto colectivo que representa la masonería.
Finalmente podemos parafrasear al Barón de Kelvin cuando afirmaba que lo que no se podía medir no se podía mejorar y lo que no se podía mejorar se degradaría siempre. Si lo trasladamos a este taller necesitamos saber cuando podemos discernir con claridad lo que es la mejora y la degradación.






