No hay duda de que lo que hoy la ciencia ha explicado, han sido considerado en el pasado o incluso en el presente por el hombre como esotérico. Sin ir más lejos, la propia estructura del universo o la teoría de la evolución, hasta no hace mucho tiempo, representaban una incógnita tras la que se escondía la voluntad divina. Sin embargo, hoy en día la física avanza hacia una teoría unificadora de campos, la química es capaz de trasformar la materia (el viejo sueño de la Alquimia y la búsqueda de la piedra filosofal), la biología desentraña los secretos de la vida y de la muerte (basando sus teorías en el azar y la necesidad) y la medicina ha alargado la vida hasta cotas impensables a principios del siglo pasado.
Los hitos de la ciencia nos han cambiado, a pesar de que cosas como la naturaleza cuántica de la materia no parezca influir en el día a día del individuo… y esto ha ocurrido soterradamente durante todo el devenir de la historia del hombre. Por ejemplo, la revolución Copernicana, que modificó nuestra noción de la estructura del universo, provocó también un cambio paradigmático del ser humano. El triunfo del heliocentrismo sobre el geocentrismo dio lugar a una revolución cultural que culminó con el final del teocentrismo para que el hombre por fin se fijase en el propio hombre, lo que representó el advenimiento de la modernidad.
Las aportaciones de Cajal, de cuyo laurel científico ya se ha cumplido un centenario, y el posterior desarrollo de las neurociencias provocaron que el concepto tradicional de alma deba ser revisado, muy a pesar de la opinión de la religión dominante en occidente, tomada del platonismo y del pensamiento pitagórico (no en vano la trinidad y el Tetraktos son representados por el mismo polígono regular).
Estos dos ejemplos nos hacen pensar que la ciencia no es algo ajeno al hombre, y que por lo tanto el científico no se ajusta al arquetipo tópico de que se encuentra desconectado de la realidad y de espaldas a la al mundo, cultivando su jardín tras altos muros. Cada uno de los grandes cambios en el pensamiento humano y en la evolución social del hombre se puede contrastar con las distintas revoluciones científicas que han tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad.
Ciencia es conocimiento, conocimiento es desarrollo, desarrollo es progreso y progreso es modernidad. Enfrentar la realidad con espíritu científico debe implicar la pretensión de conocer la verdad (o una porción de esta), de forma clara y distinta… y la negación de esta posibilidad es cerrarse a la esperanza de saber.
En este sentido, la idea de iluminar a la humanidad a través de la sabiduría y de la virtud, a fin de que logre su felicidad, principios que nos mueves, pasan, sin lugar a duda por el desentrañar los secretos de lo macroscópico y de lo microscópico… escudriñar el universo en busca de la evidencia… y con ella explicar el hecho. Este viaje apasionante debe consistir en la transformación del mito en evidencia y de lo esotérico en ciencia, desentrañando enigmas que deben convertirse en explicaciones científicas.
Robespierre, M:.M:.
